Hechos paranormales
Fecha: 2024-03-02 16:32:19 PM
En la colonia Raúl Ocampos Rojas, hoy distrito de Cerro Corá (exChiriguelo), casi enfrente a una estación de servicios, mi padre tenía una propiedad de 60 hectáreas (Granja Graciela) por cuyo fondo pasa un arroyo, el mismo que cruza por el camino de acceso al aeropuerto.


En ocasión de una Semana Santa, año 1979, el entonces, Grupo Scout Aéreo Nº 47, realizó a orillas de dicho arroyo un campamento desde el miércoles santo hasta el domingo de resurrección. Desde el primer día se realizaron con toda normalidad y alegría las actividades propias de un campamento, quedando el día viernes para dedicarlo a orar y una ronda alrededor de una gran fogata, contando cada uno historias de todo tipo.

Para el sábado en horas de la tarde se había programado una larga caminata por terrenos accidentados, tipo tarea de supervivencia. Alrededor de las 15:00 se vino una torrencial lluvia que duró como una hora, aún así, luego de que escampara iniciamos la marcha rumbo sur, del lado opuesto a la Ruta V. Fuimos caminando hasta que oscureció y decidimos regresar, al hacerlo nos dimos cuenta de que, como “buenos exploradores”, estábamos perdidos, y nos dimos cuenta por un detalle, al iniciar la marcha lo hicimos dejando la ciudad a nuestra izquierda, en ese ese momento, las luces de la ciudad la teníamos a nuestra izquierda, señal de que sequiamos caminando en sentido contrario al campamento.

De repente, salimos en un camino vecinal, y patinando en el barro, pero iluminados con una hermosa luna, nos dirigimos hacia la ciudad siguiendo las luces. Hasta que, al llegar a una casa donde en ese momento no había nadie, Oscar Fernández y su hermana Lucía, hijos de Luciano Ramón Fernández y Leane Weaver, identificaron la casa de su tío Paco, y a partir de allí, guiados por ellos seguimos caminando y resbalando en el barro hasta salir a la ruta V a la altura de Ybypé, y seguimos la marcha hasta que nos alcanzó un camión transportador de rollos (torero) y nos dio un aventón hasta la granja.

Apenas llegamos, eran ya las 2:00 de la madrugada, fui el primero en bajarme y entré de inmediato con la intención de quedarme a dormir en la casa ubicada a unos 70 metros de la entrada. Al llegar, debido a la intensa claridad de la luna, vi al cuidador, don Allende y su señora sacando agua del pozo y luego llevándola hacia un gallinero, en sentido opuesto a la casa donde Vivian. Eso no me llamó la atención, y me limité únicamente a saludarles diciéndoles “buenas noches”, giraron la mirada hacia mí, y sin decirme nada se alejaron, mientras yo entre a la casa y caí rendido, despertando a eso de la 10:00, para mí del día siguiente, aunque era de ese mismo día.

Luego de ducharme y sacarme todo en barro seco que tenía de pies a cabeza, al salir, en el corredor, me encontré con don Allende quién me dijo en guaraní, “ayer fueron a caminar y a eso de la 11 todavía no habían llegado, ¿qué pasó?”, pregunto, “ro kañy a hetá roguantá”, le dije, a lo que me preguntó si a qué hora habíamos llegado, a lo que le respondí “esa hora que vos y ña Natí estaban sacando agua y yo les saludé, solo me dijo “ahhh, i porã entonces”, y se retiró.

Días después, el 1 de mayo, mi padre ofreció un almuerzo para sus trabajadores en la granja. Estaba en una de las tantas ruedas que se formaron, hablando de cualquier cosa, hasta que alguien tocó el tema de casos de apariciones, famoso pora, según nuestro folklore. Cada uno contaba una historia más terrorífica y mentirosa que la otra, hasta que, don Allende, que estaba en el grupo, sale, y en guaraní me pregunta, “Alejito la otra vez cuando estuvieron aquí y que vos dormiste en la casa, ¿qué fue lo que viste?”, le respondí que a él y a su señora sacando agua del pozo, n ande mandu’ai pio?, le pregunté, entonces, toándome el hombro m dice, “ese día nosotros estábamos en la ciudad y regresamos justo a esa hora que nos encontramos cuando salías de la pieza”.

Demás está decir, que aunque extremadamente tarde, me quedé temblando al saber en que a la edad de 21 años, había vivido la primera, única, y ojalá sea la última, experiencia paranormal.

Alejo A. Mendieta Ch.



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