Pedro Juan Caballero - 10 de June de 2023 |
En una ciudad turística de no más de 200 mil habitantes, había varios hoteles de diversas categorías, en uno de ellos, considerado uno de los mejores, trabajaba un hombre de unos 40 años, quien cumplía la función de portero, y cuando era necesario, la de encargado de reparaciones y mantenimiento en general, era el “hombre orquesta”, como muchos le decían.
Cierto día, el propietario del hotel, un señor ya muy entrado en años, reunió a todo el personal para darles la noticia de que le había vendido el hotel a una empresa dueña de una red hotelera en todo el país. La noticia, lógicamente sorprendió, y a la vez preocupó a todos, ya que no sabían lo que iría a pasar con ellos, si iban a ser despedidos o si conservarían sus puestos de trabajo.
Con el paso de los días, una o dos semanas después de haberse cambiado la administración del hotel, el administrador comenzó a entrevistar uno a uno a los empleados, hasta que le tocó el turno a don Pedro Uribe, que así le vamos a llamar de ahora en adelante. Don Pedro entró a la oficina del administrador quien lo invitó a que se sentara y empezó a hacerle algunas preguntas, cuando en un momento dado le pasó un contrato pidiéndole que los leyera y lo firmara, sorprendido, don Pedro le confesó al administrador que no sabía leer ni escribir, pero que aún así tenía muchos conocimientos y practica en reparación de muebles, plomería, electricidad, carpintería, albañilería, pintura etc.. En fin le hizo saber, que todos esos conocimientos los adquirió en los 20 años que llevaba trabajando en ese hotel.
Para desilusión de nuestro personaje, el administrador le comunicó que la empresa dueña del hotel, tenía como requisito fundamental que todos sus empleados, sin excepción alguna, debían ser personas alfabetizadas, y que por lo tanto, él, don Pedro, no iba a poder seguir trabajando en el hotel, pero que por los 20 años de servicio, le iban a pagar lo que correspondía y una buena suma de dinero extra, para aguantar hasta tanto pueda conseguir otro trabajo.
Con el dinero de la liquidación y el extra que le dieron, adquirió algunas herramientas de carpintería y plomería, y aprovechando sus conocimientos, se puso a realizar reparaciones de todo tipo a domicilio, hasta que llegó a formar una buena cantidad de clientes. El negocio iba bien, hasta que llegó un momento en que ya no podía atender a todos porque la única ferretería que había en la ciudad, era pequeña, no daba abasto y los productos los vendían a precios muy elevados.
Fue así, que don Pedro se decidió ir un día a la capital en donde, con un dinero que tenía ahorrado, adquirió los productos de ferretería de mayor demanda, y aparte de autoabastecerse, también los vendía en un pequeño salón ubicado en la parte del frente de su casa; abría así, su propia ferretería.
Con el paso de los años, la ferretera de don Pedro iba creciendo más y más, hasta llegar a ocupar toda una manzana, adquirida con el dinero de las ganancias obtenidas. Para ese entonces, ya no era solo una ferretería que vendía al detalle, se había convertido en distribuidora para toda la región, y como anexo, contaba con una fábrica de muebles que generaba en forma directa, mano de obra para 120 personas, ente hombres y mujeres, y más que el doble en forma indirecta.
Desde aquel día en que decidieron despedir del hotel a don Pedro Uribe, ahora un exitoso y reconocido empresario, ya han pasado 15 años. Tal es así, que un prestigioso medio de prensa capitalino lo galardonó con el premio anual de “Empresario del año”, premio este que le iría a ser entregado durante un acto solemne a llevarse a cabo en un lujoso hotel de la capital.
Cuando llegó el día, don Pedro llegó acompañado de su esposa y de sus tres hijos. Cuando fue llamado, subió a la tarima y recibió de manos, nada más y nada menos, que del Ministro de Industria y Comercio, el galardón como “Empresario del año”. Tras recibir el galardón, le hicieron entrega de una constancia de haber recibido el premio para que la lea y posteriormente la firme, y fue en ese momento en el que se produjo una muy llamativa y a la vez emotiva conversación entre el Ministro y don Pedro.
Señor Ministro, yo no sé leer ni escribir – dijo don Pedro ante la sorpresa de los presentes- no entiendo - expresó sorprendido el Ministro y agregó – si siendo analfabeto como dice que es, llegó a ser un próspero empresario, no quisiera imaginarme lo que habría sido si sabía leer y escribir – a lo que don Pedro le respondió – yo si lo sé señor Ministro, hubiese seguido siendo el portero de un hotel.
El nombre del personaje es ficticio, pero la historia es real.