Pedro Juan Caballero - Monday, 09 de December de 2024 |
Este equipo de Fútbol de Salón del Colegio Parroquial Rosenstiel, que en el año 1983 hizo historia al coronarse Campeón Estudiantil del Interior y Vicecampeón Nacional, lo integraban quienes aparecen en esta foto, Juan Carlos Vega, Julio Cesar González, Juan del Rosario Giménez, Sergio “Teto” Zaffe y Silvio Arévalos, refuerzo proveniente del Centro Regional de Educación “Dr. Raúl Peña”. Además de éstos 5 grandes jugadores, integraban el equipo Juan Carlos Almirón que a raíz de una lesión en el tobillo no pudo seguir jugando, Adalmir Areco, Silvio Candia, Agustín Coronel, Héctor Grau, Ronald González, Modesto Agüero, Julio Quintana Y Hugo Resquín.
Acompañar a este formidable equipo fue una de las más lindas aventuras que me tocó vivir, primero en los partidos de ida y vuelta contra Concepción, luego contra Caaguazú, Caacupé, San Pedro de Ycuamandiyu y Asunción contra el Colegio Nazaret, que fue el equipo contra el cual perdimos el título en Asunción al perder por 1 a 0 luego de haber empatado en el partido de ida jugado en el estadio municipal “Coloso de Peroba”.
Pero más que las conquistas deportivas y los agradables momentos vividos, fue la amistad que se forjó entre quienes integraban la delegación, que dicho sea de paso, viajaba en vehículos particulares, teniendo como el medio de transporte para los jugadores dos camionetas Chevrolet, una Chevrolet S 10 de color azul, a la que los muchachos le había bautizado con el mote de “Mboi hovy”, y por cábala, solo en ella querían viajar los que oficiaban de titulares y una Veraneio de color rojo bautizada como “Tahyi Pytã”, ambas con las legendarias chapas de brasileñas de Ponta Porã, de color amatillo y negro que llevaban la sigla “GJ” seguida de 4 números.
Varias personas adultas, padres de jugadores y profesores acompañaron siempre a la delegación que presidía y dirigía técnicamente el profesor Domingo Aquiles Ocampos.
Demás está decir, que, de este formidable quinteto, cuatro de ellos, Juan Carlos, Jullito, Teto y Silvio, además de Adalmir Areco, defendieron por años la tricolor de Amambay en campeonatos nacionales conquistando incluso títulos de campeón. Por alguna razón que desconocemos, Juan Giménez no continuó con la práctica de este deporte, porque sin dudas también hubiera integrado las selecciones de Amambay.
Una odisea
Si me pusiera a relatar los pormenores y las peripecias vividas en cada uno de los viajes faltarían tiempo y espacio, es por eso que brevemente les voy a relatar una, tal vez la más pintoresca de todas.
Sucedió que después de ganarle a Caaguazú en el partido de vuelta en Caaguazú, nos trasladamos a Caacupé para jugar el partido de ida, allí fuimos recibidos con cara de perro y de pocos amigos por parte del director del colegio al que debíamos enfrentar, poco y nada nos importó, entramos a la cancha, jugamos y les goleamos, y como al finalizar el partido recibimos la noticia que desde Coronel Oviedo la ruta estaba clausurada por lluvia, y el hostil director del colegio al que enfrentamos anunció que iba a proponer que el partido de vuelta que debía jugarse en Pedro Juan Caballero, se juegue allí, si total ya se iban a eliminar nomás luego.
Ante esta insinuación, pues debíamos devolver la “gentileza” recibiéndoles de manera correcta, quienes acompañábamos la delegación y los jugadores dijimos, noo, de ninguna manera, el partido de vuelta se juega en Pedro Juan, y fue así que planeamos “huir” o “desaparecer”, emprendiendo el viaje de regreso por la ruta Transchaco hasta Pozo Colorado y de allí a Puerto Militar, a orillas del río Paraguay, frente a Concepción hacia donde debíamos cruzar en balsa, ya que aun no existía el puente.
Llegamos a orillas del río Paraguay alrededor de las 21:00 horas en medio de relámpagos que anunciaban la inminente llegada de una tormenta. En dicho lugar, ya no se encontraba la balsa del MOPC, solo había una particular de fabricación casera consistente en 3 canoas con una plataforma de madera encima y un motor diesel intra borda, eso era toda la embarcación.
Como la caravana la integraban 4 vehículos, Mboi Hovy, Tahyi Pytã, un Mitsubishi Lancer del Dr. Aldo Franco y un Toyota Corolla de Prof. Francisco Rubén Careaga, por la limitada capacidad de la balsa tuvimos que cruzar por turno, pero no hasta Concepción como creíamos, sino hasta una isla en cuyo lado opuesto se encuentra, de frente a Concepción el Club “El Dorado”. La idea, según el balsero, era descender en la isla seguir unos 500 metros hacia la otra costa y allí abordar otra balsa disponible.
Fuimos cruzando uno a uno y nos reunimos en el predio de una olería para seguir el viaje. Así lo hicimos, pero, vaya sorpresa, a los 200 metros más o menos el camino de color gris, característico de la región, se volvió negro y brillante, y no era precisamente asfaltado, era nada más y nada menos que el río Paraguay que había inundado la mitad de la isla. Estábamos literalmente atrapados y perdidos para quienes aguardaban noticias nuestras, pues no existían aún los teléfonos celulares.
En el lugar nos encontramos con dos personas compañeras de infortunio, aunque lo mitã ovy’a, un Tte. Coronel y un aduanero que habían ido al Chaco de cacería y regresaban. Ambos, nos dijeron que iban a buscar la manera de salir, que no nos preocupemos, y desaparecieron, mientras comenzaban a caer las primeras gotas de lluvia y en tanto los relámpagos iluminaban toda la isla, los truenos le daban el tono característico de una verdadera tormenta con vientos de 70 kilómetros por hora y con ráfagas que superaban esa velocidad.
Acurrucados o acomodados cada uno en su medio de transporte, “dormimos”, para no decir que solo cerrábamos el ojo y mirábamos a cada momento el reloj que corría a paso de tortuga, es que mirábamos la hora cada 10 minutos, pero en fin, amaneció y cada uno comenzó a relatar cómo pasó la noche, hasta que siendo las 9:00 horas aproximadamente vemos acercarse a la orilla la balsa del MOPC con nuestro amigo militar a bordo. Cómo había cruzado no recuerdo muy bien, pero al parecer consiguió una canoa y en ella llegaron a Concepción.
Todo lo demás ya es historia, llegamos horas después a Concepción sucios de barro y fuimos directo a la oficina de Antelco (hoy Copaco) para avisar que estábamos vivos y que íbamos camino a casa, pero antes, un opíparo desayuno para matar el vare’a jefe que traíamos. Llegamos ese día a Pedro Juan en horas de la noche tras sortear un inmenso barrial de casi 10 kilómetros desde el inicio de Itapopó hasta Chirigüelo, pues había llovido y la tierra estaba removida por los trabajos de pavimentación que venía realizando la Mendes Junior.
De esta forma, va mi sincero homenaje a estos bravos muchachos y el grato recuerdo de quienes he conocido y entablado con ellos estrechos lazos de amistad.
Redacción Radio Imperio 106.7 FM (Alejo A. Mendieta)